Que vienen mal dadas no es un secreto. Los indicadores, no sólo en España, sino en numerosos países europeos, incluso podríamos decir que a nivel mundial, son alarmantes. La pandemia, la guerra de Ucrania, la escasez de materias primas, los desbordados precios de la energía, la crisis climática, nos dejan un escenario marcado por la inflación y el encarecimiento de la producción.
Las grandes medidas de política fiscal y monetaria para tratar de revertir esta situación pasan por las clásicas: austeridad y subir los tipos de interés, como acaba de hacer el Banco Central Europeo dejándolos en el 2%. Sin embargo, en mi opinión de economista, coincido con aquellos que promulgan que en esta ocasión puede que esto no sea lo más acertado. No obstante, es el escenario que tenemos delante, así que veamos algunas de sus consecuencias para bancos, empresas y familias, esta vez sí, centrándonos en la realidad española.
El terreno previo a la irrupción de la pandemia se caracterizaba por una gran liquidez que favoreció un aspecto ahora trascendental: el endeudamiento.
Hasta hace muy poco, el dinero era de fácil acceso y casi sin coste para la banca. Se fomentaba el crédito a empresas y familias. El nivel de endeudamiento general era ya bastante elevado (129% del PIB a 2019). La irrupción de la pandemia paralizó gran parte de la economía y puso en jaque a multitud de empresas, que vieron reducirse sus ventas y tuvieron que recurrir a más crédito para sobrevivir.
Al contrario de lo sucedido en otros países europeos, España no recurrió masivamente a subvenciones como elementos de ayuda, sino a los préstamos ICO. Estos créditos, pese a ser gestionados a través de las entidades financieras, venían avalados por el Estado, por lo que la banca operaba con un riesgo sensiblemente reducido, y el dinero fluyó.
Todo hacía pensar que la crisis derivada del COVID iba a ser profunda, pero corta, en forma de “V” y que la recuperación iba a ser rápida, así que muchas empresas optaron por seguir endeudándose.
El problema es que ni la crisis es tan corta ni la recuperación está siendo rápida. Así que el endeudamiento endémico sigue agravándose. Actualmente, es del 132,2% del PIB.
Esto es una verdadera bomba de relojería. Las familias están haciendo frente a una inflación récord y la subida de tipos empeora el problema encareciendo las hipotecas. Para complicar todavía más el panorama, numerosas empresas (en las que trabajan estas familias) han visto reducirse sus ventas y su situación financiera es realmente difícil. Muchas están en pérdidas. Lograr financiación ahora es una odisea, incluso cuando sus números están mejorando en 2022. Y eso en gran medida es debido a que los créditos se conceden en base al balance de los años anteriores.
¿Qué debe cambiar?
Ante esta situación, para no colapsar (porque detrás de las empresas van las familias, ya muy tocadas, como hemos visto), la banca debería transformar su aproximación al análisis de las empresas valiéndose de algo que la digitalización ha hecho posible: información a tiempo real.
A estas alturas, con la cantidad de datos disponibles, es del todo obsoleto seguir evaluando solicitudes de crédito basadas en información estática de meses de antigüedad. No hablo de eliminar los balances de la ecuación, pero sí de introducir variables que aporten una imagen de la situación presente y futura, y no solo la histórica. La banca debe moverse hacia algo más cercano a los análisis de viabilidad y no quedarse solo en las cuentas auditadas.
Para este viraje puede apoyarse en los sofisticados sistemas de inteligencia artificial, que la banca a menudo utiliza ya para otras prácticas. Veamos únicamente un par de ejemplos ilustrativos.
En primer lugar, sistemas de agregación de cuentas y open banking. Cada vez más comunes en la concesión de créditos a particulares, son fácilmente aplicables a las operaciones con empresas. La gran ventaja es que con ellos se obtiene toda la información transaccional y proporcionan una imagen a tiempo real de la situación financiera de la empresa. Esto faculta a los equipos de Riesgos de las entidades para tomar decisiones en base a datos vigentes.
Por otro lado, están las herramientas de proyección de balances. Estas permiten predecir cuál será el comportamiento de las empresas que componen la cartera, pudiendo simular su evolución ante distintos escenarios macroeconómicos.
Son solo dos de todas las alternativas posibles que pueden ayudar a la banca a aprovechar al máximo sus recursos para hacer frente a este marco de menor liquidez, dinero más caro, elevada demanda de crédito y alto endeudamiento.
El giro hacia esta visión va más allá de superar una crisis. Estamos ante un necesario cambio estructural. No se trata de romper esquemas, sino incorporar ventajas que nos aporta la tecnología. Algunos bancos líderes ya han iniciado este proceso que facilitan en parte las normativas europeas de PSD2 y los avances tecnológicos, pero en estos momentos, operar bajo la hipótesis de que lo que sucedió en el pasado es la clave principal para interpretar el futuro no parece el mejor criterio ni para los bancos, ni para las empresas, ni para los particulares.
Ramon Trias, presidente de AIS Group