Por Ramon Trias, presidente y director general de AIS

Para emprender un negocio es más importante saber lo máximo que se puede perder que lo que se espera ganar. Este aforismo catalán es una buena definición temprana de los modernos conceptos de riesgo financiero, aunque deja al descubierto las debilidades que hoy observamos: a saber, que a veces es insalvable la distancia que hay desde el concepto hasta la cuantificación de su valor.

Durante los últimos diez años se ha generalizado el concepto de valor en riesgo como piedra angular en los cálculos del capital económico y en gran medida de capital regulatorio, a su vez elementos indispensables para RAROC, formación de precios de activos y seguimiento del riesgo, entre otras aplicaciones.

stressLa crisis iniciada en 2007 ha puesto en evidencia algo que era ya conocido: el comportamiento de las inversiones en situaciones extremas no obedece a las mismas reglas que las que rigen en situaciones de normalidad. Lejos de ser una afirmación teórica, este defecto es crucial para la toma de decisiones que afecten a la asignación de recursos y a la planificación financiera en el sentido más amplio. Decidir el portafolio de activos y pasivos más idóneo en términos de rentabilidad y solvencia requiere contemplar la necesidad asociada de capital para cada decisión cuando se enfrenta a casos extremos – a crisis, a situaciones de estrés-.

Prácticamente hasta 2006, la formalización y aun la regulación para el ejercicio de estrés había sido relegada a unas pocas menciones (en el Acuerdo de Capital de Basilea – Basel II aparece sólo en dos apartados, en los Pilares II y III). No obstante, hoy podemos considerar que este concepto transformará los más antiguos, convirtiéndose así en el main stream de una nueva visión del control del riesgo. Los ejercicios de SCAP (Supervisory Capital Asessment Program) que llevó a cabo en abril de 2009 el Federal Reserve System junto con el 2010 EU Wide Stress Testing realizado en Julio por el CEBS (Commitee of European Banking Supervisors) y el BCE (Banco Central Europeo) así como el anuncio por parte del FMI (Fondo Monetario Internacional) de realizar esta clase de ejercicios en 25 países entre los que se encuentra España, son una prueba evidente de la importancia que este tipo de análisis está tomando.

Pero el enorme peso específico de estas entidades no debe decantar la imagen del concepto de test de estrés como si se tratara de una fotografía desde la que proyectar a futuro una situación patrimonial estática para comprobar que soporta el impacto de una posible crisis. Aunque estos ejercicios han sido de una gran importancia, también es cierto que su uso ha sido sesgado hacia una utilidad específica: mostrar a “los mercados financieros” (déjenme incluir aquí también a las fuentes de financiación de multilaterales) la solidez relativa de los sistemas financieros en la tormenta. 

El método empleado por estas importantes instituciones, que se ha mostrado con distintos grados de transparencia, está encaminado a medir el impacto de cada banco como consecuencia de los valores observados en variables macroeconómicas (variables globales en el caso americano y combinando globales y locales en el caso europeo). Para ello se relaciona cada cartera con las variables macroeconómicas cuyo valor es determinado al definir el escenario económico de estrés.

Ahora bien, no se asigna ninguna medida real o simbólica de la verosimilitud del suceso extremo en cada país. En otras palabras, se utilizan medidas únicas en variables que configuran escenas a distintos grados de verosimilitud. Además, si bien la crisis es generalizada, la naturaleza en cada país es distinta y la parquedad en la definición de las variables hace muy desigual el análisis entre países (la caída del precio de la vivienda no es relevante en Alemania y sí lo es en cambio en España, p.e.)

Hay también algunas simplificaciones discutibles: la aleatoriedad no controlada por la escena, tal como la estimación de las demás variables macroeconómicas o el efecto sobre cada cartera en cada banco, que contiene también inexactitud, no se tienen en cuenta y la estrategia de cada entidad se considera invariante. Adicionalmente, el distinto grado de transparencia en el contenido de las carteras deforma el cómputo del impacto. Entidades centroeuropeas con una composición de sus activos fuertemente ligadas a papel emitido por entidades financieras meridionales mantienen una correlación en crisis que no puede ser computada si la transparencia no llega hasta este detalle. 

Por otra parte, es hoy evidente que la gestión del riesgo debe hacerse desde la perspectiva de garantizar la solvencia en los peores momentos del ciclo económico, lo que nos lleva a un papel estelar para los ejercicios de stress testing. Claro que de entre las muchas estrategias posibles que cumplen este objetivo las hay que crean más valor que otras (ahora sí, ¡a lo largo de todo el ciclo económico!) 

Llegados a este punto se puede reformular la confección del plan estratégico / plan comercial / plan financiero  como un problema de optimización (máximo valor actual del cash flow o máximo valor  teórico de la acción…) sujeto a restricciones (suficiencia de capital, cumplimiento normativo, evolución contable coherente entre cuentas y transacciones, integración de riesgos acotada…). Aunque para conseguir que este plan estratégico sirva para tomar decisiones, debería conseguirse una absoluta transparencia de la complejidad añadida. En otras palabras, debe poder ser utilizada a través de un entorno tan sencillo como los instrumentos utilizados en los estudios de viabilidad, planes de negocio o confección y control del presupuesto: proyección de balance y cuenta de resultados acompañado de ratios significativos y estados contables previsionales más el estudio de variabilidad de las variables clave (distribución de probabilidades para cuentas como valor teórico de la acción o valor actual del cash flow, por ejemplo). 

El método RDF (Risk Dynamics into the Future), uno de los métodos de stress testing más coherente, aparte de sus aplicaciones en los modelos de riesgo de crédito, está muy orientado a su utilización como herramienta de planificación y de gestión, si bien estas aplicaciones requieren algunas extensiones: riesgo de balance (ALM), riesgo de liquidez, riesgo de mercado, riesgo operativo y riesgo de negocio, que precisa la modelización de costes operativos y de demanda de créditos. Pero la visión de futuro de esta aproximación es realmente panorámica. Y para conducir bien, nada es más importante que una buena visibilidad.